miércoles, 5 de diciembre de 2012

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A quién iremos Señor?

“¿A QUIÉN IREMOS, SEÑOR? SÓLO TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA”[1]
Estas resonantes palabras del apóstol Pedro son la espontánea y sincera respuesta al Señor Jesús, quien al terminar sus palabras sobre “la necesidad de comer el pan de la vida”[2] veía cómo muchos de sus discípulos se volvían atrás a causa del escándalo que les generaba este mensaje. Advirtiendo esto, Jesús se dirige reciamente a sus discípulos cuestionándoles también acerca de su opción por Él: “¿También vosotros queréis marcharos?”[3].
Tanto la pregunta del Señor Jesús como la respuesta de Pedro llegan hasta nosotros para interpelarnos en lo profundo de nuestro corazón, para cuestionarnos sobre la solidez de nuestra opción por el Señor Jesús hasta descartar cualquier otra alternativa más cómoda y dejar de lado posibles anhelos mundanos para afirmar contundentemente, con convicción, que solo Él es la respuesta para nuestras vidas, sólo en Él encontramos la felicidad plena.
¿A QUIÉN IREMOS, SEÑOR?
En nuestro tiempo estamos sumergidos en toneladas de información, de palabras, de novedades. Todas resuenan en nosotros. Infinidad de propuestas nos interpelan, cada una más atractiva y apetecible que las demás. Sin embargo, sólo el Señor Jesús tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad. Sólo sus palabras tienen la capacidad de abrirnos las puertas de la vida eterna si respondemos a Él, si cooperamos con ellas desde nuestra libertad. Así nos lo recordaba Juan Pablo II: “Sólo Jesús conoce vuestro corazón, vuestros deseos más profundos. Sólo Él, que os ha amado hasta la muerte, es capaz de colmar vuestras aspiraciones. Sus palabras son palabras de vida eterna, palabras que dan sentido a la vida. Nadie fuera de Cristo podrá daros la verdadera felicidad"[4].
Sólo quien se ha encontrado personal y auténticamente con el Señor Jesús y le ha respondido con generosidad, sabiendo de sus propias limitaciones y pecado, sabe que ese encuentro es definitivo. Una vez descubierto el inmenso amor del Señor, ya no quedan más opciones que se le acerquen siquiera. No existen alternativas que se le comparen o que nos puedan conducir a niveles tan profundos de plenitud, de alegría, de gozo en el Señor. Como dice el salmista, el Plan de Dios es perfecto y verdadero, nos da consuelo, alegría al corazón, luz a los ojos. El Señor es justo, sus beneficios son “preferibles al oro, al oro más fino; son más dulces que la miel, más que el jugo del panal”[5].
La respuesta de Pedro es una constatación profundamente existencial de que en verdad solo el Señor tiene palabras de vida eterna, solo Él puede saciar nuestra hambre de felicidad, de plenitud. Pedro lo dice con sinceridad, con una sencillez auténtica propia de quien es coherente con sus dinamismos fundamentales y responde a ellos con sinceridad.
¿Acaso hay otro que pueda alimentarnos de lo qué verdaderamente ansía nuestro corazón? ¿Existe otra alternativa distinta a la del Señor Jesús que pueda saciar nuestro anhelo profundo de felicidad y de encuentro? ¿Realmente creemos que podemos seguir intentando otros caminos y esperando que estos nos concedan la felicidad plena, la reconciliación y la paz? Cuántas y cuántas veces nos convencemos de que, en el fondo, la respuesta al Plan de Dios es una alternativa más, un camino opcional que se puede tomar o no y que en el fondo existen otros incluso con una recompensa más inmediata, mejor: "Queridos jóvenes, ya lo sabéis: el cristianismo no es una opinión y no consiste en palabras vanas. ¡El cristianismo es Cristo! ¡Es una Persona, es el Viviente! Encontrar a Jesús, amarlo y hacerlo amar: he aquí la vocación cristiana"[6].
“¿TAMBIÉN VOSOTROS QUERÉIS MARCHAROS?”
Hoy como hace más de dos mil años las palabras del Señor son claras y exigentes. Hoy como antes el Señor pide de nosotros verdadera radicalidad y compromiso. Hoy como hace más de dos mil años el mismo Señor Jesús nos interpela por nuestra opción.
No existe diferencia entre la generosidad y la opción de los primeros cristianos y la nuestra. No existe diferencia entre la urgencia de su misión y la que nos toca vivir hoy. En nuestros días también vemos con tristeza cómo muchos discípulos abandonan y se vuelven atrás escandalizados por la radicalidad que implica el seguimiento auténtico del Señor. Otros probablemente no se marchan externamente, pero viven como si ya no estuviesen con Cristo, han optado por otras alternativas silenciosamente en su corazón y, en el fondo, han optado por la tibieza y por la mediocridad.
¿También tú quieres marcharte? ¿También tú crees que otro tiene palabras de vida eterna? ¿También tú crees que haya otro que te pueda dar lo que yo te doy? ¿Cuál será tu respuesta al Señor? ¿Será como la respuesta de Pedro, humilde y auténtica, propia de quien tiene la certeza de sus opciones, o será como la del joven rico, quien al evidenciar lo que implica el seguimiento del Señor se marcha atrás, afligido y desolado, porque “tenía muchos bienes”?[7].
LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA PRESENCIA DE CRISTO
Quedémonos con el Señor. Permanezcamos en Él, como nos dice el Santo Padre Juan Pablo II: “En la pregunta de Pedro: "¿A quién vamos a acudir?" está ya la respuesta sobre el camino que se debe recorrer. Es el camino que lleva a Cristo. Y el divino Maestro es accesible personalmente; en efecto, está presente sobre el altar en la realidad de su cuerpo y de su sangre. En el sacrificio eucarístico podemos entrar en contacto, de un modo misterioso pero real, con su persona, acudiendo a la fuente inagotable de su vida de Resucitado”[8]. La Santa Eucaristía es el espacio privilegiado en el que el Señor Jesús se hace asequible, cercano, nuestro amigo.
Compartir el Pan de la Eucaristía, comulgar su cuerpo y su sangre significa aceptar la lógica de la cruz, implica aceptar su invitación a seguirlo y a ofrecernos en el sacrificio oblativo por los demás en el amor. La Eucaristía modela la vida del apóstol, orienta todas las opciones de nuestra vida y nos hace vivir en comunión auténtica de amor con nuestros hermanos para hacer realidad, desde ahora en esta tierra, las maravillas del Cielo al que accederemos con certeza si le somos fieles, porque solo Él tiene “palabras de vida eterna”.
CITAS PARA MEDITAR
Guía para la Oración
  • Hemos de escuchar las palabras del Señor y ponerlas por obra: Mt 7, 24-27,Sal78, 1
  • Optar siempre por el Señor, rechazar otras propuestas que no dan la felicidad:Lc21, 8. El joven rico se va triste al escuchar las palabras del Señor Jesús y no opta por Él: Lc 18, 18-24
  • Las palabras del Señor son espíritu y vida: Jn 6, 63. Sus palabras son poderosas, vivas y eficaces: Heb 4, 12, son gozo, alegría en el corazón: Jer 15, 16; Sal 119, 103; Sal 119,130; Sal 12, 6
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
  1. ¿Descubro realmente en mi vida que el Señor tiene palabras de vida eterna? ¿Constato en mi vida las bendiciones que recibo al responderle con generosidad?
  2. ¿Experimento en mi vida que no existe otra opción auténtica que la del seguimiento del Señor y de la aceptación generosa de su Plan de Amor?
  3. Puedo sinceramente hacer mía la pregunta de Pedro al Señor: “¿a dónde quién Señor iremos?”
  4. ¿Qué puedo hacer para que mi respuesta sea cada vez más sólida, para reafirmar una y otra vez mi opción por Él?

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