lunes, 31 de diciembre de 2012

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Feliz Año de la Fe para todos los católicos

Queridos hermanos: Al iniciar un nuevo año compartimos grandes anhelos de felicidad, que expresamos en el cordialísimo saludo de ¡Feliz Año! Pues bien, Dios nos ofrece a cada uno de nosotros la oportunidad de alcanzar esos anhelos, y Jesús, Dios hecho hombre, nos ha mostrado el camino de la felicidad: vivir de acuerdo a la Palabra de Dios (Lc 11, 28). Para ser felices en este nuevo año y siempre, sigamos a Jesús, nuestro divino Salvador.

El año 2013 es especial para nosotros, los católicos: El Papa Benedicto XVInos ha invitado a celebrar un Año de la Fe. En efecto, el Santo Padre nos exhorta a conocer mejor nuestra santa Religión, a profundizar nuestra fe, a renovarla y vivir de acuerdo a ella, a celebrarla y comunicarla a nuestros hermanos.

El Papa nos invita a crecer en nuestra vivencia de la Fe cristiana, eso don maravilloso de Dios por el cual sabemos que El existe, nos ama y está con nosotros, que estamos llamados a vivir unidos a Jesucristo, y a vivir eternamente felices con El en el cielo.

Ser católicos en un mundo secularizado

Al iniciar, pues, este año 2013, valoremos el don de haber recibido en el Bautismo la luz esplendorosa de la fe, y de profesar nuestra Santa Religión Católica, para vivir de acuerdo a ella. Como los pastores en Belén y los reyes magos, nosotros hemos visto la luz admirable de Cristo que ilumina nuestras vidas, y nos permite avanzar hacia la plena felicidad en la unión con Dios en la tierra, y en la vida eterna.

Los cristianos estamos llamados a reafirmar nuestra fe aún en medio de una sociedad secularista, es decir, indiferente y a menudo contraria a la mera idea de Dios. Y estamos llamados a practicar la fe, es decir, vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, cumpliendo sus Mandamientos, a pesar del relativismo moralque nos rodea.

Por eso es importante que valoremos y vivamos de acuerdo a nuestra gloriosa identidad católica de hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, y miembros de nuestra santa Iglesia Católica. No es cualquier cosa ser hijos de Dios, elevados en el Bautismo a esa dignidad por el Espíritu Santo. No es cualquier cosa ser discípulos de Jesucristo, el Divino Maestro, en un mundo donde proliferan toda clase de consejas, falsas religiones, y corrientes esotéricas, animistas o paganas.

Es maravilloso pertenecer a nuestra santa Iglesia Católica, el pueblo de Dios, que tiene por cabeza a Cristo, con quien entramos en contacto especialmente en los sacramentos, guiados por el Espíritu de Dios a través del Papa y los Obispos de la Iglesia, animados por una pléyade innumerable de santos, bajo la maternal protección de la Virgen María.

Los invito, pues, a valorar nuestra identidad católica, independientemente de nuestra nacionalidad o raza, de nuestra edad y condición social, de nuestras simpatías políticas. A través de la Iglesia, Dios nos hace hermanos, nos lleva a la unidad y nos ayuda a ser constructores de la paz (Mt 5,9).

Retos sociales de la fe: seguridad y convivencia social

Ser católicos es una gran dicha pero también implica grandes retos. Por eso es importante en este nuevo año que nos acerquemos cada vez más a El, para buscar su ayuda en la práctica religiosa, especialmente en la Santa Misadominical.

Hablando de retos de la fe es preciso recordar algo muy importante: vivir nuestra fe exige luchar contra la violencia, que tantos estragos está haciendo entre nosotros. En primer lugar, la violencia latente en nuestros corazones, que debemos dominar y controlar permanentemente. Pero la violencia se convierte en delito y en inseguridad, que causa tanto dolor y temor en nuestra Ciudad de Caracas.

Por ello es preciso insistir en la obligación constitucional de resguardar la seguridad personal y patrimonial de todos los venezolanos que tienen las autoridades de los poderes públicos. En este sentido, apoyamos todas las iniciativas legítimas, tanto de los poderes del Estado como de organizaciones no gubernamentales, para combatir la violencia y las fuentes de la misma.

Como católicos, nuestra fe nos exige también promover la fraterna convivencia social, y esta obligación es mayor para quienes están constituidos en autoridad. En este contexto, ante la incertidumbre sobre la salud del Presidente Hugo Chávez, es preciso que todos mantengamos y defendamos las normas constitucionales que regulan la materia de una eventual ausencia temporal o absoluta del Presidente.

No podemos aceptar otros caminos, que sumirían al país en la inestabilidad y violarían los derechos de los venezolanos. Además, el nuevo período constitucional, en el País y en cada región, debe ser de serenidad, de respeto a los derechos constitucionales de todos, sin medidas que provoquen zozobra y angustia, sin exclusión de quienes se consideren adversarios políticos.

Conclusión:

Mis queridos hermanos: ¡Feliz año¡! Feliz Año de la Fe para todos los católicos de nuestra Arquidiócesis! Promovamos la felicidad propia y de los demás. Oremos y trabajemos por los más débiles, por los pobres, por los enfermos, en particular por el Presidente de la República.

Oremos también por los presos y en particular por los presos políticos, para quienes nuevamente solicitamos medidas de gracia. Que cada uno de nosotros sea un esforzado y activo constructor de la paz.

Acojámonos al amparo y protección de María, Madre de Dios, cuya solemnidad celebraremos este 1 de Enero. Que ella proteja a Venezuela para que vivamos en paz, para que practiquemos nuestra fe, y para que el país marche con estabilidad y bienestar para todos y cada uno de los venezolanos. Que el Señor nos conceda un año muy feliz.
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La Palabra ha bajado hasta nosotros

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia, Padre de la Iglesia Latina
Sermón 293, 5


“Hemos visto su gloria”
    Cristo debía venir en nuestra carne; era él, no otro, ni un ángel ni un mensajero, era Cristo mismo que tenía que venir para salvarnos (Is 35,4)... Había de nacer en una carne mortal: un niño pequeño, recostado en un pesebre, envuelto en pañales, amamantado; un niño que crecía con los años y al final murió cruelmente. Todo esto es testimonio de su profunda humildad. ¿Quién nos da estos ejemplos de humildad? El Dios altísimo.

    ¿Cuál es su grandeza? No la busques en la tierra, sube más allá de los astros. Cuando llegues a las regiones celestiales, oirás decir: sube más arriba. Cuando hayas llegado hasta los tronos y dominaciones, principados y potestades (Col 1,16) aún oirás: sube más arriba, nosotros somos meras criaturas; “Todo fue hecho por ella” (Jn 1,3) Levántate, pues, por encima de toda criatura, de todo lo que ha sido formado, de todo lo que ha recibido su existencia, de todos los seres cambiantes, corporales o espirituales. En una palabra, por encima de todo.  Tu vista no llega alcanzar la meta. Es por la fe que te tienes que elevar, ya que ella te conduce hasta el creador... Entonces contemplarás “la Palabra que estaba en el principio”...

    “La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir. En ella estaba la vida” (Jn 1, 1-4). Esta Palabra ha bajado hasta nosotros. ¿Qué éramos nosotros? ¿Merecíamos que llegara hasta nosotros? No, éramos indignos de su compasión, pero la Palabra se compadeció de nosotros.


sábado, 29 de diciembre de 2012

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Reflexiona hasta que punto Dios cuida de ti

De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 1, En la Epifanía del Señor, 1-2: PL 133, 141-143)

CUANDO LLEGÓ LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS, SE NOS DIO TAMBIÉN LA PLENITUD DE LA DIVINIDAD

Dios, nuestro Salvador, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en este nuestro destierro, en esta vida tan llena aún de miserias.

Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente experimentaba la aflicción y no la paz? «¿Hasta cuándo -pensaba- iréis anunciando: "Paz, paz", cuando no hay paz?» Por ello los mismos mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.

Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no es diferida, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está ya totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de Adán que antes de la culpa era inocente.

¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él. No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti puedes deducir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, y cuanto más se anonadó por nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro salvador -dice el Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido al título de hombre.

jueves, 27 de diciembre de 2012

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No dar culto al cuerpo


EL SECRETO DE LOS ÁNGELES: LA ESPIRITUALIDAD
Nuestra sociedad se ha vuelto cada vez más física. No en el sentido científico, sino corporal. Está obsesionada por el fitness, por la "buena forma". Los gimnasios están cerca de llegar a ser el negocio del siglo. Ahora bien, cultivar el cuerpo no tiene nada de malo. El cuerpo es una dimensión esencial de nuestro ser. Como dijo el filósofo Gabriel Marcel, propiamente no tenemos un cuerpo; somos nuestro cuerpo.
Posee, por tanto, una altísima dignidad, y merece todo cuidado y atención. Cada uno es responsable del cuerpo que Dios le dio a modo de talento para dar fruto en esta vida. Baste pensar que todos nuestros actos, los ordinarios y los sublimes, entran en escena a través de nuestra corporeidad; incluso el pensar y el amar.

Pero una cosa es cultivar el cuerpo y otra muy diferente es dar culto al cuerpo. El cuerpo nunca ha de ser idolatrado. Porque nadie debe idolatrarse a sí mismo. Hoy cabría hablar de un cierto narcisismo corporal. Narcisismo condenado de raíz, como en el caso de la fábula, a una profunda frustración. El tiempo pasa y deja su indeleble huella de desgaste y debilitamiento sobre el cuerpo, por más que uno se afane en conservarlo intacto. Ninguna cirugía, ningún procedimiento, ninguna técnica -por mucho avance que haya en la materia- es capaz de evitar el envejecimiento. Y quienes van más allá de lo razonable en este campo, en lugar de envejecer con naturalidad -que es la manera "bella" de envejecer- envejecen como monstruos.

Contra esta tendencia "idolátrica" del cuerpo, los ángeles de la Navidad nos revelan su secreto: el de la espiritualidad. Ellos, que son espíritus puros, nos enseñan a valorar y a gozar la vida espiritual. A buscar no sólo una buena "condición física"; también espiritual. Después de todo, el espíritu nunca envejece. "Cada uno tiene la edad de su corazón", solía repetir el beato Juan Pablo II. Y tal vez por eso, a pesar de los achaques de su vejez corporal, mantuvo siempre un espíritu joven. Basta ver con qué facilidad conectaba con los jóvenes en las Jornadas Mundiales que él mismo protagonizaba.

A veces podemos sentir que la vida espiritual es aburrida, monótona. El canto de los ángeles en Navidad nos recuerda que la vida espiritual es siempre bella, emocionante minuto a minuto, cualquiera que sea la condición del cuerpo. No está mal cultivar la buena forma, cuidar la salud del cuerpo. Pero también -y con mayor razón- hay que cultivar el alma. Después de todo, como dice una antigua frase latina, "los rasgos del alma siempre serán más bellos que los del cuerpo".

(Por el p. Alejandro Ortega, L.C)

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Fiesta de San Juan Evangelista

Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino
Tratado sobre las obras del Espíritu Santo, IV, 10; SC 165


El discípulo que ha “penetrado el misterio de Dios, en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2,3)
    En proporción a la gracia que hacía que Jesús le amaba y que le había hecho reposar en el pecho de Jesús en Cena (Jn 13,23), Juan recibió en abundancia [los dones del Espíritu] la inteligencia y la sabiduría (Is 11,2) - la inteligencia para comprender las Escrituras; la sabiduría para redactar sus propios libros con un arte admirable.

    A decir verdad, no recibió este don desde el momento en que reposó su cabeza en el pecho del Señor, si más tarde lo pudo sacar de su corazón " donde estaban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia " (Col. 2,3). Cuando dice que entrando en la tumba "vio y creyó ", reconoce "que todavía no conocían las Escrituras, y que hacía falta que Jesús resucitara de entre los muertos" (Jn 20,9).
    Como los otros apóstoles, Juan recibió la plenitud, cuando vino el Espíritu Santo [en Pentecostés], cuando se dio la gracia a cada uno "según la medida del don del Cristo " (Ef 4,7)... El Señor Jesús amó a este discípulo más que a otros, y le descubrió los secretos del cielo... para hacer de él el evangelista del misterio profundo del que el hombre mismo no puede decir nada: el misterio del Verbo, la Palabra de Dios, el Verbo que se hizo carne.

    Es el fruto de este amor. Pero, aunque le amaba, no es a él a quien Jesús le dijo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18)... Amando a todos sus discípulos y sobre todo a Pedro con un amor de espíritu y de alma, nuestro Señor amó a Juan con un amor del corazón... En cuanto al apostolado, Simón Pedro recibió el primer puesto y "las llaves del Reino de los cielos " (Mt 16,19); Juan, obtuvo otra herencia: el espíritu de inteligencia, " un tesoro de alegría y de gozo" (Eclo. 15,6).


miércoles, 26 de diciembre de 2012

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Mensajes de la Reina de la Paz (Medjugorje)


Mensaje del 25 de Diciembre de 2012

La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos y no dio ningún mensaje, pero el Niño Jesús comenzó hablar y dijo: “Yo soy vuestra paz, vivid mis mandamientos”. Con la señal de la Cruz, la Virgen y el Niño Jesús, juntos, nos bendijeron.
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Fiesta de San Esteban 1er Mártir

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, filosofa, mártir, copatrona de Europa
El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232, ed. Monte Carmelo


“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar”
    El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labios del hombre: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28)... ¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué. Abandonó la barca de su padre (Mt 4,22) y siguió al Señor por todos sus caminos hasta la cima del Gólgota (Jn 19,26).

    ¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada incredulidad, dio testimonio de Él con su palabra y con su sangre, lo siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios por sus asesinos.

    Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el lugar donde el Salvador (Mt 2,5) del mundo habría de nacer, pero que fueron incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los espíritus. El es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con El está contra El (Mt 12,30). El nos habla también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas.   


lunes, 24 de diciembre de 2012

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Angeles de la guarda, Arcángeles y Demonios


LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LOS ÁNGELES

El Mundo de los ángeles es esa realidad "invisible", ese mundo también creado por Dios, que rezamos en el Credo: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible."

I. ¿QUIENES SON LOS ÁNGELES?

El nombre de "ángel" proviene del griego "mensajero". Así, los ángeles -los ángeles buenos, los que permanecieron fieles a su Creador- son, entre otras cosas, por cierto no la más importante: Mensajeros de Dios.

Sin embargo, San Agustín, como lo cita el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, dice respecto a los ángeles: "El nombre de Ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré qué es un ángel". (NC #329)

Pero antes que su misión de Mensajeros está la de ser "servidores" de Dios. Por eso, el Nuevo Catecismo, al definir a los ángeles acentúa la palabra "servidores": "Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios... son agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra (cf. Sal 103, 20)." (NC #329)

La existencia de los ángeles es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición de la Iglesia (NC #328). También es una verdad de fe establecida por la Escritura y por la Tradición y claramente expresada en la Doctrina Cristiana desde los comienzos, que el mundo espiritual, el mundo de los ángeles, comenzó con el tiempo y fue creado por Dios. "Dios... con Su infinito poder creó... al comienzo del tiempo ambas criaturas, las espirituales y las corporales; es decir, la angélica y la terrestre, y luego la humana, como criatura intermedia, compuesta de alma y de espíritu." (Concilio de Letrán 1215, ratificado posteriormente por varios Concilios de la Iglesia en el Siglo XIXI.

De acuerdo con este definición conciliar, sabemos que los Ángeles fueron creados cuando comenzó el tiempo y no desde la eternidad. Como criaturas que son de Dios, fueron producidas por Su poder infinito y de la nada.

1. Naturaleza de los ángeles

Son seres puramente espirituales, creados por Dios. Sin embargo, pueden tomar formas visibles, como sucedió al Arcángel San Rafael cuando acompañó a Tobías en su viaje (cf. Tb 5,12) o cuando después de la Resurrección y de la Ascensión de Nuestro Señor, aparecieron ángeles en formas humanas (cf. Mc 16, 5 y Hch 1, 10). Sin embargo, los cuerpos que asumen los ángeles no forman parte de su naturaleza; son meros instrumentos necesarios para comunicarse visiblemente con los hombres y cualquier acción humana que parezcan estar realizando, es sólo apariencia. "Ustedes me veían comer y hablar, pero sólo era apariencia"; dijo San Rafael Arcángel a Tobías al final de su jornada juntos cuando le descubrió su identidad (Tb 12, 19).

Los ángeles tienen inteligencia y voluntad y son criaturas personales e inmortales (cf. Lc 20, 36). (NC #330)

Por ser puramente espirituales e inmateriales, superan en perfección a todas las criaturas visibles (NC #330). Así, ocupan el primero y más alto lugar en la escala del universo creado. El hombre es segundo en la escala de las criaturas: "Lo hiciste poco inferior a los ángeles"(Sal 8, 6). [Algunas traducciones dicen "poco inferior a un dios", pues hubo un tiempo en que se hablaba de los ángeles como "dioses".]

Los Santos Ángeles también poseen extraordinaria belleza y esplendor. En una de sus visiones del Apocalipsis, cuando San Juan vio un ángel en toda su gloria, creyó que era Dios mismo y se postró para adorarle, habiendo sido corregido en su equivocación por el propio ángel (cf. Ap 22, 8). Los ángeles suelen esconder su gloria cuando se manifiestan a los hombres.

Entre todos los seres creados por Dios, los ángeles son los que mejor reflejan las cualidades divinas (cL Cathechism Explained, SpiragoClarke ©1899, 1921).

A veces, los ángeles son representados como niños, para destacar su inmortalidad y su eterna juventud; también con alas, para expresar su rápida movilidad y su prontitud en llevar a cabo la voluntad de Dios; otras veces con arpas, para significar que constantemente alaban a Dios; en otras ocasiones, sin cuerpo y sólo con cabeza y alas para mostrar que son seres intelectuales.

Es bueno hacer notar que los demonios o ángeles caídos, al igual que los ángeles buenos, son seres puramente espirituales que no han perdido ninguno de sus poderes angélicos. Perdieron, sí, la gracia sobrenatural al oponerse a Dios.

2. Número de los Ángeles

El número de ángeles -la cantidad de aquellos que permanecieron fieles, es decir los ángeles buenos que sirven a Dios- es inmensamente grande.

Al describir el Trono de Dios rodeado de espíritus celestiales, él Profeta Daniel usa una cifra muy alta, más que eso, una expresión hiperbólica para sugerir que la multitud de ángeles está fuera de nuestra capacidad de medición: "Miles y miles lo servían; miríadas y miríadas estaban en pie delante de El" (Dn 7, 10).

También en el Apocalipsis, San Juan describe una visión de cantidades incalculables de ángeles rodeando el Trono de Dios: "Se contaban por millones y millones"(Ap 5,11).

Sobre el número de ángeles caídos o demonios, algunos han encontrado lo que puede ser una proporción entre los ángeles y los demonios en esta cita del Apocalipsis: "Apareció también otra señal un enorme monstruo rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y con la cola barre un tercio de las estrellas del cielo, precipitándolas a tierra "(Ap 12, 3).

En todo caso, exégetas y teólogos coinciden en que el número de ángeles que permanecieron fieles excede en mucho a los que se rebelaron a Dios.

3. Funciones de los ángeles

"¿Es que no son todos ellos espíritus [ángeles] servidores con la misión de asistir a los que Un de heredarla salvación?"(Hb 1,14). Los ángeles son encargados de las órdenes de Dios, atentos a la voz de Su palabra (cf. Sal 103, 20-21).

Es decir: los ángeles sirven a Dios y -si Dios así lo dispone- pueden servir a los hombres en los designios salvíficos que El tenga para nosotros (cf. NC #350). Este concepto, de que los ángeles están al servicio de Dios y -sólo si Dios lo desea- pueden estar al servicio de los hombres y para fines tendientes a nuestra salvación, es de suma importancia para entender mejor el análisis que presentaremos más adelante.

• Glorifican a Dios sin cesar. Los ángeles "ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. " (Mt 18, 10)

• Ayudan a la Iglesia en su conjunto a lo largo de su peregrinar en la Tierra y protegen a cada ser humano en particular. (cf. NC #352)

• El nombre genérico de "ángel" no revela su verdadera naturaleza y funciones, si bien ocasionalmente -sólo a veces- pueden ser enviados como mensajeros de Dios a los hombres. El oficio de mensajeros no es el más importante, ni el más frecuente entre las funciones de estos espíritus de la Corte Celestial (cf. P. Pascal Parente en Beyond Spac).

• Pertenecen a la Corte de Dios, al Ejército de Dios, y asisten a Dios en el gobierno del mundo (cf. The Catholic Encyclopedia, Broderick, 1986).

• Según el Nuevo Catecismo, desde la creación (cf, Job 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los ángeles anuncian de lejos o de cerca esa salvación y sirven al designio divino de su realización.

Y continúa el Nuevo Catecismo con la mejor ilustración sobre la variedad de funciones que realizan los ángeles, extraídas de varios pasajes de la Sagrada Escritura, en donde aparece la acción de algún ángel (cl: #332 y #333):

• Cierran el Paraíso terrenal (cl: Gn 3, 24); protegen a Lot (cl Gn 19); salvan a Agar y a su hijo (cf. Gn 21, 17); detienen la mano de Abrahám (cf. Gn 22, 11); la ley es comunicada por su ministerio (cf. Hch 7, 53); conducen al pueblo de Dios (cl: Ex 23, 20-23); anuncian nacimientos (cf. Jc 13) y vocaciones (cl Jc 6, 11-24; Is 6,6); asisten a los profetas (cf. 1 R 19, 5). Finalmente, el Ángel Gabriel anuncia el nacimiento de San Juan Bautista, el Precursor, y el de Jesús mismo (cl: Lc 1, 11-26). Desde la Encarnación hasta la Ascensión, la vida del Verbo Encarnado está rodeada de la adoración y el servicio de los ángeles: cuando Dios introduce a Su Primogénito en el mundo, dice"Adórenle todos los ángeles de Dios"(Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la celebración de la Iglesia: "Gloria a Dios en el cielo... "(Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf. Mt 1, 20; 2, 13-19); sirven a Jesús en el desierto (cf. Mc 1, 12; Mt 4, 11); Lo reconfortan en Su agonía (cl: Lc 22, 43). Son también ángeles quienes "evangelizan" anunciando la Buena Nueva de la Redención (cf. Lc 2, 814) y de la Resurrección de Cristo (cf. Mc 16, 5-7). "Con ocasión de la Segunda Venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf. Hch 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del Juicio del Señor (cf. Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9)" (NC #333).

Concluye el Nuevo Catecismo con varias citas de los Hechos de los Apóstoles, en las cuales aparece algún ángel actuando en favor de los discípulos (cf. Hch. 5, 18-20; 8, 26-29; 12, 6-11; 27, 23-25), y cierra el recuento con la siguiente afirmación:

"De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles" (#334).

4. Movilidad y Poderes de los Ángeles

Para entender el extraordinario poder de los ángeles es necesario conocer su peculiar relación con el espacio y cómo se mueven de un sitio a otro.

Su presencia en un sitio se determina -y ocasionalmente se conoce por la actividad que ahí desarrollan. Un ejemplo gráfico de la presencia de un ángel conocida por el poder ejercido en un determinado lugar, es el recuento de las curaciones milagrosas que tenían lugar en la piscina de Betseda en Jerusalén. "El Ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua y el primero que se metía cuando el agua se agitaba, quedaba sano de cualquier enfermedad" Un 5, 4).

Los ángeles no son omnipresentes; no están en todas partes a la vez, como sucede con Dios. Sin embargo, los ángeles pueden trasladarse de un sitio a otro con la velocidad del pensamiento. Su movilidad no es por locomoción, sino simplemente por un cambio instantáneo de lugar, aunque la distancia real entre dos lugares sea considerable.

El funcionamiento de nuestra mente es lo que más se acerca a la movilidad de los ángeles; es decir, lo que nosotros podemos hacer sólo mentalmente, los ángeles pueden realizarlo efectivamente.

En la Biblia aparece registrado además el hecho de que los ángeles son capaces de transportar con ellos a esa velocidad instantánea, objetos materiales e incluso a seres humanos. Un ejemplo excelente aparece en el Libro de Daniel (cf. 14, 32-38). El ángel trasladó al profeta Abacuc desde Judea hasta Babilonia, 'con la rapidez de un espíritu'; cargado con comida para Daniel quien se encontraba preso en el foso de los leones, y lo regresó de la misma manera.

Los ángeles tienen un poder muy superior al humano. Un ángel destruyó a todos los primogénitos de Egipto. Un solo ángel causó la muerte de 185 soldados asirlos que blasfemaron contra Dios (cf. Is 37, 36). Un ángel protegió del fuego a los tres jóvenes que el rey de Babilonia había mandado quemar vivos en el horno (cf. Dn 3, 49).

5. Conocimiento y Lenguaje de los Ángeles

Los ángeles son inteligencias espirituales que tienen un conocimiento, no como el del hombre, adquirido a través de sus sentidos y mediante un proceso gradual y laborioso, sino que lo obtienen por intuición. De tal manera que no llegan a conclusiones por medio de razonamientos sino que en forma inmediata conocen la verdad.

Si bien los ángeles no conocen todo, por ejemplo, en cuanto al día del juicio "ni los ángeles de Dios "lo conocen (cL Mt 4, 24-36), entienden y conocen mucho más que los hombres.

Los ángeles se comunican entre ellos (cf. Zac 1, 11). Y así como por instrucciones del Señor los ángeles pueden asumir forma humana para presentarse a los hombres, igualmente emiten la voz humana y hablan el lenguaje humano cuando se dirigen a los hombres, como en el caso del Arcángel Rafael con Tobías.

Sin embargo, Santo Tomás de Aquino sostiene que los ángeles se hablan entre sí por un mero acto de la voluntad, abriendo su mente y revelando cualquier idea que deseen transmitirse unos a otros. Este lenguaje angélico es llamado "iluminación".

6. Clasificación de los Ángeles

Teólogos y escritores sagrados de los comienzos de la Iglesia, basándose en la enumeración dada en la Sagrada Escritura por Isaías (cf. 6, 2), Ezequiel y San Pablo (cf. Col 1, 6; Ef 1, 21; Rom 8, 38), donde se mencionan nueve órdenes diferentes de ángeles, los han clasificado en tres jerarquías distintas, cada una incluyendo tres órdenes:

JERARQUÍA SUPERIOR
Serafines - Querubines - Tronos

JERARQUÍA INTERMEDIA
Dominaciones - Virtudes - Potestades

JERARQUÍA INFERIOR
Principados - Arcángeles – Ángeles

Estos nueve coros de ángeles se diferencian entre sí por el grado de perfección de su naturaleza y de su gracia, siendo éstas mayores mientras más elevado sea su rango. Hay que hacer notar que todos son llamados "ángeles", pero que este nombre se aplica también al coro inferior, al cual generalmente suelen pertenecer los Ángeles de la Guarda.


II. LOS ARCÁNGELES

Por la Biblia sólo se conocen los nombres de tres Ángeles pertenecientes al Coro de los Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Y, aunque sabemos por la misma Escritura que son siete los Arcángeles: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que tiene entrada a la gloria del Señor" (Tb 12, 15); `Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene, de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono "(Ap 1, 4), la Iglesia prescribe el uso de nombres de ángeles que no se encuentren en la Biblia. Otros nombres fueron tomados de escritos apócrifos y puesto que no aparecen en la Sagrada Escritura fueron rechazados por la Iglesia en el año 745 y posteriormente en el año 789.

1. San Miguel Arcángel

Miguel significa "Quién como Dios". Su nombre es el grito de batalla que este Arcángel opuso al grito de rebelión de Luzbel (ahora Lucifer): "Seré como el Altísimo "(Is 14, 14) y "No serviré" Jer 2, 20).

El nombre de Miguel aparece por primera vez en el libro del profeta Daniel: "Miguel, uno de los primeros ángeles, ha venido en mi ayuda " (Dan 10, 13). `En aquel tiempo se levantará Miguel, el Gran Jefe que defiende a los hijos del pueblo "(Dan 12, 1).

La Iglesia llama a San Miguel Arcángel "Príncipe de los Ejércitos Celestiales". Desde muy antiguamente e incluso hasta hoy, San Miguel Arcángel es considerado el gran defensor de la Iglesia, como fue defensor del pueblo de Israel, prefiguración de la Iglesia (cl: Ex 13, 21; 14, 19; 23, 20-22).

2. San Gabriel Arcángel

Casi todas las misiones y manifestaciones de Gabriel están relacionadas con la venida del Mesías. El más grande y más feliz mensaje encargado a un Ángel desde el principio de los tiempos fue el que el Arcángel Gabriel le vino a traer a la Santísima Virgen María, cuando le anunció la Encarnación del Hijo de Dios en su seno, el nacimiento de Cristo, el Redentor de la humanidad.

Muy probablemente fue Gabriel quien llevó el anuncio del Nacimiento del Redentor a los pastores de Belén, siendo luego acompañado por una multitud de otros ángeles, que "todos alababan a Dios diciendo: «Gloria a Dios en lo más alto del Cielo y en la tierra gracia y paz a los hombres que ama el Señora"(Lc 2, 13).

Posiblemente fue este Arcángel quien avisó a San José en sueños que se llevara al Niño y a Su Madre a Egipto, para evitar que Jesús fuera muerto por Herodes (cf. Mt 2,13).

Pareciera también que de los tres Arcángeles que conocemos podría ser Gabriel quien con voz potente dé la señal de la venida de Jesucristo el día del Juicio (cf. 1 Tes 4,16).

3. San Rafael Arcángel

Rafael significa "Dios sana". Para conocer la actividad de San Rafael, debemos leer con detenimiento la más amplia "angelofanía" o manifestación de un ángel que aparece en la Sagrada Escritura. Es la historia del Arcángel San Rafael bajo la forma y el nombre de un joven llamado Azarías, auxiliando y acompañando a otro joven llamado Tobías y sanando a quien llegaría a ser su esposa, Sara (cf. Tb 12). Este bello relato es muy ilustrativo del papel que desempeñan los ángeles. Revela cómo actúan cuando asumen la forma humana y su naturaleza angélica, su poder, sabiduría y santidad se manifiestan en los variados incidentes de esta encantadora narración.

San Rafael Arcángel debe haber sido el encargado de mover las aguas de la piscina de Betseda en Jerusalén (cf. Jn 5, 4).


III. LOS ÁNGELES DE LA GUARDA

Aunque por parte de la Iglesia Católica no existe una definición dogmática formal en cuanto a la doctrina de los Ángeles de la Guarda o Ángeles Custodios, esta creencia es considerada como materia de fe, porque es enseñada por el Magisterio de la Iglesia y porque refleja el contenido de la Sagrada Escritura y la Tradición Cristiana.

Por eso dice el Nuevo Catecismo en relación a los Ángeles Custodios: "Desde la infancia (cL Mt 18, 10) a la muerte (cL Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia y su intercesión" (cf. Sal 34, 8; 91, 10-13) y, citando a San Basilio, nos recuerda que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida" (S. Basilio, Eun. 3, 1). (NC #336)

Según San Anselmo, el Ángel de la Guarda es asignado en el instante de la concepción ("cuando el alma se une al cuerpo").

El mismo Jesucristo se refirió a los Ángeles de la Guarda de cada uno cuando dijo: "Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos "(Mt 18, 10).

En el Antiguo Testamento aparecen varias citas de la acción de los Ángeles Custodios: con Jacob (cL Gen 32,1) y con Judith (cL Jdt 13, 20). Una de las más importantes en el Nuevo Testamento es la liberación de San Pedro de la prisión, cuando el propio Pedro, al darse cuenta, exclama: `Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel yme ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos" (Hch 12, 11).

Santo Tomás de Aquino, quien en la Suma Teológica incluye un estudio filosófico extensísimo sobre los ángeles, opina, al igual que otros teólogos, que personas que tienen asignadas responsabilidades importantes como el gobierno de naciones, comunidades civiles o comunidades eclesiásticas (Obispos, Abades, Superiores, Párrocos etc.), independientemente de sus respectivos Ángeles de la Guarda, les son asignados uno o más ángeles cuando asumen estas elevadas tareas para asistirlos en la guía de las personas encomendadas a su cuidado.

1. Ángeles Custodios de Naciones e Iglesias

Santo Tomás de Aquino sostiene igualmente que, siendo los ángeles servidores de la Providencia Divina, no sólo la vida de cada ser humano sino también las naciones, ciudades, iglesias y comunidades están bajo la protección y el cuidado de ángeles. Esta afirmación también es compartida por otros teólogos.

La confirmación más reciente de este principio lo encontramos en las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, Portugal, en 1917, que fueron precedidas un año antes (1916) por el Angel Guardián de Portugal, el cual se apareció en tres ocasiones a los tres niños que posteriormente verían a la Madre de Dios.

2. Funciones de los Ángeles Custodios de cada Ser Humano

Las palabras del Señor a Su pueblo escogido son usadas por la Iglesia en la Liturgia de la Fiesta de los Santos ángeles Custodios: "Voy a enviarte un Angel delante de ti, para que te cuide en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado..."(Ex 23, 20).

• "Para que te conduzca al lugar que te he preparado". Esta es la misión más importante y el mayor deseo de nuestro Ángel de la Guarda: conducirnos al Cielo, al lugar que nuestro Padre Dios nos tiene preparado, el cual ellos ya conocen y poseen en plenitud, mientras nos acompañan a lo largo de nuestra vida terrena. Así pues, ayudarnos en nuestra salvación es la función más importante de nuestro Ángel Custodio.

• "Para que te cuide en el camino ; denota "protección". Los Ángeles de la Guarda nos defienden y protegen de las seducciones del Demonio, nos ayudan en las tentaciones e interceden por nosotros ante Dios en esos momentos. Nos mueven a hacer el bien y evitar el mal; nos mueven a cumplir la Voluntad de Dios. Es decir, hacen el trabajo contrario a los demonios.

Esta protección también es física. Recordemos a Daniel en la cueva de los leones (cf. Dn 6, 23), a los tres jóvenes en el horno (cf. Dn 3, 49) y a San Pedro en la prisión (c£ Hch 12, 7).
Esta amplia protección asignada a los Ángeles Custodios puede verse claramente en el Salmo 90, en el cual leemos que el Señor ha ordenado a Sus ángeles guardarnos en todos nuestros caminos y llevarnos en sus manos para que nuestros pies no tropiecen contra las piedras.

• Nuestros Ángeles de la Guarda oran por nosotros y con nosotros. San Rafael Arcángel ofrecía las oraciones de Tobías (cl: Tb 12,12). El Ángel del Apocalipsis ofrece las oraciones de todos los santos (cf. Ap 8, 3-4). No es que el Señor no oiga nuestras oraciones, sino que los ángeles unen sus oraciones a las nuestras para hacerlas más aceptables a Dios. Dice Santo Tomás de Aquino: "Nuestro Ángel de la Guarda participa en todos los beneficios que recibimos de Dios, porque él nos ayuda a obtenerlos."

Dentro de su función de orar con nosotros, como los Ángeles Custodios alaban a Dios incesantemente, ellos desean y nos mueven a nosotros, sus protegidos, a unirnos a ellos en la oración vocal más elevada que hay, la alabanza a nuestro Dios y Creador. Es por ello que el Arcángel Rafael, antes de revelar su verdadera identidad y despedirse de Tobías y Sara, les instruye así: "Bendigan siempre "al Señor... A El deben bendecir y cantar todos los días... Bendigan ahora y den gracias al Señor" (Tb 12, 16-21).

• Es en la hora de la muerte cuando el Ángel de la Guarda muestra mayor cele. Esta creencia cristiana de que el alma es acompañada por su Ángel al Tribunal de Dios se basa en las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahám..."(Lc 16, 22. Así también el Ángel de la Guarda acompañará a nuestra alma al lugar preparado para ella desde toda la eternidad, donde juntos podremos gozar de la Visión Beatífica y entonar el incesante cántico de alabanza y acción de gracias al Dios Uno y Trino, Señor de Cielos y Tierra.


IV. HISTORIA DE LOS "ÁNGELES CAÍDOS" O DEMONIOS

Antes de admitir a los ángeles a la visión plena de Su Gloria (Visión Beatifica), Dios los sometió a una prueba, así como el hombre tuvo su prueba también.

La naturaleza de la prueba no se conoce con certeza, pero muchos teólogos sostienen que el Padre Eterno reveló a los ángeles la futura Encarnación de Su Divino Hijo y les hizo saber que al Dios hecho Hombre debían rendir adoración.

Luzbel, uno de los ángeles más gloriosos, elevados y bellos de la Corte Celestial, deslumbrado y ofuscado por la soberbia, habiéndose atribuido a sí mismo los maravillosos dones con que el Creador lo había dotado, se rebeló contra Dios. No aceptó el supremo dominio del Señor y se constituyó así en "adversario" de su Creador, elevando su gran grito de rebelión y de batalla: "No Serviré "(cf. Jer 2, 20). "Seré igual al Altísimo" (cl Is 14, 14). Muchos otros ángeles le siguieron en su soberbia (se dice que hasta un tercio de ellos). Pero en ese momento, otro gran Arcángel, igual en belleza y gracia que el arrogante Lucifer, se postró ante el Trono de Dios y, en un acto de profunda adoración, opuso al grito de batalla de Lucifer uno de amor y lealtad: "¿Quién como Dios?" (Miguel).

Y es así como San Miguel Arcángel obtuvo su nombre con ese grito de fidelidad y es así como Luzbel se constituyó él mismo en Lucifer, "Satanás" (el adversario), el Enemigo, el Diablo. A él se han aplicado las palabras del profeta Isaías: `¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón: «11 cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono.. Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo. ¡Ya! Al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo."(Is 14,12-15). [Según los exégetas, estas palabras son una parábola directamente alusiva al Rey de Babilonia e indirectamente a Satanás, cuyo espíritu y acciones se reflejaban en la conducta del rey).

La conclusión de esta batalla entre los ángeles Buenos y los ángeles Malos se encuentra en el Apocalipsis: "Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón.. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él... " (Ap 12, 7-10).

Dice San Pedro. "Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó alas cavernas tenebrosas, reservándolos para el juicio..." (2 Pe 2, 4). "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte " (San Juan Damasceno). Y el Nuevo Catecismo nos dice que no fue por un defecto de la Misericordia Divina que el pecado de los ángeles caídos no fuera perdonado, sino debido al carácter irrevocable de su elección (cf. NC #392 y #393).

V. ENSEÑANZAS DEL PAPA JUAN PABLO II
SOBRE LA CAÍDA DE LOS "ÁNGELES REBELDES

Con una Catequesis dada en la Plaza de San Pedro, el 13 de agosto de 1986 y ratificada por el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, el Papa expone la postura del Magisterio de la Iglesia frente a muchos errores que existen con relación a este tema.

Por una parte, están aquellos que niegan rotundamente la existencia de Satanás y del Infierno, y hay otros que, aún aceptando su existencia, sostienen que al Infierno no va nadie, porque Dios es infinitamente misericordioso, olvidando que Dios también es infinitamente justo y que el mismo Jesucristo nos advierte sobre la posibilidad de condenarnos (cf. Jn 3, 17; Lc 3, 17; Lc 16, 19-31; Mt 25, 31-46). Otros opinan que mencionándolo se asusta a la gente y que es mejor no poner el acento en lo negativo. Otros más piensan que al no mencionarlos se les tiene más lejos o se les hace perder la influencia que indudablemente tienen sobre el hombre y sobre el mundo entero (cl: NC #395). Hay quienes consideran que el Demonio no existe como un ser personal, sino más bien como un principio o una idea, como el "mal" en oposición al "bien"; o más en la línea del "New Age"- que el "mal" es lo que cada uno quiera creer que es.

Todas estas posturas contradicen la enseñanza de la Iglesia Católica (cf. NC #391-395 y 413-415), según lo expone el Papa Juan Pablo II en dicha Catequesis, basándose en la Sagrada Escritura (cf. Jn 5, 19; Mt 13, 38-39; Mt 17, 21; Mc 9,29; 1 Pe 5, 8) y en la que deja claramente asentadas, entre otras cosas, lo siguiente:

1. Satanás sigue tratando de tentar al hombre a insubordinarse contra Dios como lo hizo con nuestros primeros padres.

2. Satanás y los ángeles caídos tratan de ocultarse. Así pueden actuar mejor contra el hombre en el mundo.

3. El Padrenuestro, oración que Jesucristo nos enseñó, nos recuerda que estamos continuamente expuestos al Maligno: "no nos dejes caer en la tentación y líbranos del Mal - del Maligno". Dijo textualmente el Papa: "Veía yo caer a Satanás como un rayo"; frase de Jesús (Lc 10, 18) con la que el Señor afirma que el anuncio del reino de Dios es siempre una victoria sobre el Diablo... Interesarse por esto quiere decir prepararse al estado de lucha que es propio de la vida de la Iglesia en este tiempo final de la historia de la salvación, así como afirma el Apocalipsis (cl` 12, 17) ... El espíritu maligno trata de trasplantar en el hombre la actitud de rivalidad, de insubordinación a Dios. "Seréis como Dios" o "como dioses" ; fueron las palabras del tentador a los progenitores... Como efecto del pecado de los progenitores, este ángel caído que es Satanás ha conquistado en cierta medida el dominio sobre el hombre. Esta doctrina constantemente confesada y anunciada por la Iglesia, encuentra dramática expresión en la Liturgia del Bautismo cuando se pide al bautizado que renuncie al demonio y a sus seducciones ... En las Sagradas Escrituras Satanás es llamado "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11) e incluso el "dios de este siglo" (2 Cor 4, 4). Encontramos muchos otros nombres que describen sus nefastas relaciones con el hombre: "Belcebú" o"Belial" "espíritu inmundo"; "tentador"; "maligno"y, finalmente, "anticristo"(1 Jn 4, 3). Se le compara a un `león"(1 Pe, 5, 8), a un "dragón" (en el Apocalipsis) y a una "serpiente" (Gn 3). Muy frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre de "diablo"; del griego... que quiere decir: causar la destrucción, dividir, calumniar, engañar ... Y a decir verdad, todo esto sucede desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es presentado en la Sagrada Escritura como una persona, aunque afirma que no está solo: "somos muchos", gritaban los diablos a Jesús en la región de los gerasenos (Mc 5, 9); "él diablo y sus ángeles"; dice Jesús en la descripción del juicio futuro (cf. Mt 25, 41) ...Según la Sagrada Escritura y especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los demás espíritus malignos se extiende al mundo entero. Las impresionantes palabras del Apóstol Juan: "El mundo está todo bajo el maligno"(1 Jn 5,19) aluden también a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios ... El espíritu del maligno puede "ocultarse" de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus "intereses". La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del Diablo ... Se trata de un conflicto entre las fuerzas oscuras del mal y las de la redención. Comprendemos así por qué Jesús en la plegaria que nos ha enseñado, el "Padre Nuestro", termina casi bruscamente, a diferencia de tantas otras oraciones de su tiempo, recordándonos nuestra condición de expuestos a las insidias del Mal - del Maligno: "No nos dejes caer en la tentación, líbranos del Maligno." (De la Catequesis del Papa Juan Pablo 11 en la Plaza de San Pedro, 13. 8. 1986).
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El Cielo y el Infierno


EL CIELO Y EL INFIERNO


El diablo existe, aunque algunos no crean en él.
Pero, como decía el Beato Padre Pío, "ya creerán más tarde", pues algún día morirán y se encontrarán con la terrible realidad de haber malgastado su vida, viviendo sólo para el placer y haber sido engañados miserablemente por el demonio.


La beata Ana Catalina Emmerick decía que el infierno es
"un país de infinitos tormentos, donde siempre es de noche".
Sí, ciertamente, es un estado de oscuridad, de odio,
miedo, malicia y violencia en el que no existe la luz del amor.


El Papa Juan Pablo II, hablando del cielo, dijo el 21 de julio
de 1999: "El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha... El cielo no es una abstracción ni siquiera un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Trinidad santa.
Es el encuentro con el Padre que se realiza en Cristo por medio del Espíritu Santo... El catecismo de la Iglesia católica dice que se llama cielo a la comunión de vida y amor con la Trinidad,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados" (Cat 1024).


Y ¿qué dice del infierno? El 28 de julio de ese mismo año 1999 decía en una Audiencia general:
"El infierno es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre, incluso, en el último momento de su vida... El infierno más que un lugar indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice que es el estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados" (Cat 1033).


"No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior... Por eso, la condenación no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su amor misericordioso Él no puede querer, sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La "condenación" consiste, precisamente, en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción".

Fuente: Dulcísimos nombres de Jesús y María




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Un niño nos ha nacido

Beato Guerrico de Igny (c 1080-1157), abad cisterciense
Sermón 3º para Navidad; SC 166


“Y el Verbo se hizo carne”
    “Porque un niño nos ha nacido " (Is 9,5). Sí, verdaderamente por nosotros, porque esto no es por él, ni por los ángeles. En absoluto por él: este nacimiento en efecto no le daba la existencia ni se la mejoraba, ya que, antes de nacer en el tiempo, él mismo existía desde toda eternidad y poseía la felicidad perfecta, Dios nacido Dios (cf Credo)...

    Siendo Dios nacido de Dios, se hizo niño por nosotros. En cierto modo, él mismo se separaba y atravesaba de un salto a los ángeles para venir hasta nosotros y hacerse uno de nosotros. "Anonadándose" y descendiendo por debajo de los ángeles (He 2,7), se hizo igual a nosotros. Mientras que por su nacimiento eterno, era su propia felicidad y la de los ángeles, por su nacimiento en este mundo por nosotros, se hizo nuestra redención, porque nos veía penar solos bajo el pecado original de nuestro propio nacimiento.

    Jesús niño, tu nacimiento es nuestra felicidad: ¡digno de nuestro amor! Endereza nuestro nacimiento, restaura nuestra condición, elimina nuestras heridas, cancela la sentencia que condenaba nuestra naturaleza (Col. 2,14). En lo sucesivo los que se afligían por un nacimiento que les presagiaba pena y dolor, ahora pueden renacer colmados de felicidad. Porque "a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios" (Jn 1,12)...

    ¡Por tu natividad, eres a la vez Dios e hijo del hombre! Por ella "tenemos acceso a esta gracia en la cual nos encontramos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria” de hijos de Dios (Rm 5,2). ¡Qué admirable intercambio! Asumiendo nuestra carne, nos regalas tu divinidad; vaciado de ti mismo, nos colmaste.


domingo, 23 de diciembre de 2012

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Padres del Desierto ( El Rencor)


DEL RENCOR
89. Evagrio ha dicho: "Encolerizarse y entristecer a otro debe ser algo extraño al monje"; y también: "Aquel que ha dominado su cólera ha triunfado sobre el demonio. Por el contrario, aquel que se someta al imperio de esta pasión, será totalmente ajeno a la vida monástica, etc." ¿Qué decir de nosotros, que aparte de la irritación y la cólera llegamos hasta el rencor? ¿Qué hacer sino deplorar este estado tan vergonzoso e indigno del hombre? Permanezcamos alerta, hermanos, ayudémonos a nosotros mismos para que, con Dios, podamos preservarnos de la amargura de esta funesta pasión.
Tal vez alguno de nosotros se disculpe con su hermano por la perturbación causada o la herida infligida, pero aun después de la disculpa persiste en su enojo y conserva malos pensamientos con respecto a ese hermano. No debe restarle importancia a esos pensamientos, sino que debe eliminarlos rápidamente. Ya que se trata del recuerdo de las injurias, y para evitar su peligro se deberá, como ya he dicho, vigilar estrechamente, siendo necesarios la disculpa y la lucha. Porque pidiendo simplemente disculpas por cumplir con el precepto, se ha curado la cólera momentánea, pero no se ha luchado contra el recuerdo de la injuria: todavía se guarda rencor contra el hermano. Pues una cosa es el recuerdo de la injuria otra la cóleras otra la irritación y otra la perturbación.
90. Les daré un ejemplo, hermanos, que les ayudar a comprender: el que enciende un fuego tiene al comienzo sólo un pequeño carbón. Este representaría la palabra del hermano que nos ofende. Fíjense, hermanos, no es más que un pequeño carbón, porque ¿qué es una simple palabra de nuestro hermano? Si puedes soportarla, apagas el carbón. Si por el contrario comienzas a pensar: ¿Por qué me habrá dicho eso? ¡Tengo que contestarle algo! o, ¡no me habría hablado de esa manera de no ser para ofenderme! ¡Pues que sepa que yo también puedo hacerle daño!". Como el que enciende un fuego, ustedes echan leña o cualquier cosa y hacen una fogata, se perturban. Esa perturbación no es sino un movimiento y flujo de pensamientos que excitan y exasperan el corazón. Y esa excitación, que también se llama ira, es la que incita a vengarse del que lo ofendió. Según el dicho de abba Marcos: "La malicia que se introduce en los pensamientos excita el corazón; pero disipada por la oración y la esperanza, ayuda a quebrantarlo".
Yo les digo que, soportando la palabra molesta de otro hermano, pueden apagar el pequeño carbón antes de que aparezca la perturbación. Pero incluso ese ánimo perturbado puede calmarse fácilmente, en cuanto nace, con el silencio, la oración, con sólo una satisfacción que provenga del corazón. Si por el contrario se continúa atizando el fuego, es decir, exaltando y excitando el corazón, pensando "¿Por qué me habrá dicho eso? ¡Yo también puedo decirle algo!", fluir y entrechocar de pensamientos, avivando y caldeando el corazón, producir la llama de la exasperación. Esta, según san Basilio, no es otra cosa que la ebullición de la sangre en torno al corazón. Es irritación, llamada también encono.
Si ustedes quieren, todavía la pueden apagar antes de que se transforme en cólera. Pero, hermanos, si continúan perturbándose y perturbando al otro, estarán haciendo lo que aquel que arroja trozos de leña al fogón para avivar el fuego: la leña se transformar en brasas y esto es la cólera.
91. Es lo mismo que decía abba Zósimo cuando le pidieron que explicara la sentencia: "Donde no hay irritación no hay combate". En efecto, si cuando comienza la perturbación, al aparecer el humo y las chispas, tomamos la delantera acusándonos a nosotros mismos y ofreciendo alguna satisfacción antes de que brote la llama de la irritación, permaneceremos en paz. Pero, si ya provocada la irritación, no nos calmamos y persistimos en la perturbación y en la excitación, nos asemejaremos a aquél que echa madera al fuego y aviva sus llamas, hasta conseguir unas buenas brasas. Y de la misma manera que las brasas transformadas en carbones y puestas al rescoldo pueden durar años sin inutilizarse, aunque se les vuelque agua encima, así la cólera prolongada se transforma en rencor y ya no es posible librarse de él si no es vertiendo sangre.
Les he mostrado, hermanos, la diferencia de esos cuatro estados. Compréndanlo bien. Ahora saben lo que es la perturbación inicial, lo que es la exasperación, lo que es la cólera y lo que es el rencor.
Fíjense, hermanos, cómo por una sola palabra se llega a semejante mal. Si desde el comienzo nos hubiéramos echado la culpa a nosotros mismos, hubiéramos soportado pacientemente la palabra del hermano, no buscando venganza ni respondiendo dos o cinco palabras por una sola devolviendo así mal por mal; habríamos podido escapar de todos esos males.
Por eso, hermanos, no cesaré de repetirles: arranquen sus pasiones cuando son incipientes, antes de que se fortifiquen y los hagan sufrir. Porque una cosa es arrancar una planta tierna y otra sacar de raíz un árbol grande.
92. Nada me llama tanto la atención como la ignorancia que tenemos de lo que cantamos. Cada día en la salmodia nos cargamos de maldiciones sin percibirlo. ¿No debemos conocer acaso aquello que salmodiamos? Así, todos los días decimos: Si he hecho mal a los que me lo hicieron, que caiga muerto ante mis enemigos (Sal 7, 5). ¿Qué significa: que yo caiga? Mientras estamos de pie tenemos fuerza para oponernos a nuestros enemigos: damos golpes y los recibimos, nos lanzamos sobre el otro y se lanzan sobre nosotros, pero siempre estamos de pie. En cambio, si caemos, ¿cómo podremos, estando en tierra, luchar todavía contra el adversario? Pero nosotros estamos pidiendo no sólo caer ante nuestros enemigos, sino caer muertos. Y ¿qué es caer muertos ante el enemigo? Ya hemos dicho que caer es no tener más fuerza para resistir y estar tendido por tierra. Caer muerto es no tener el más mínimo poder de levantarse. Porque el que se levanta puede reponerse y volver al combate.
Decimos también: Que el enemigo persiga y atrape mi alma (Sal 7, 6); no sólo que la persiga, sino también que la atrape, es decir, que caigamos en sus manos, que le estemos sometidos en todo y que nos derribe cuando quiera, si es que devolvemos el mal a quien nos lo ha hecho.
Sin detenernos en esto, agregamos a continuación: Que pisotee por tierra nuestra vida {Sal 7, 6). ¿Qué significa nuestra vida? Son nuestras virtudes, y al pedir que sea echada por tierra y pisoteada, estamos pidiendo hacernos totalmente terrenos y tener nuestra mente fija en la tierra.
Y reduzca mi gloria a basura (Sal 7, 6). ¿Qué es nuestra gloria sino el conocimiento que nace en el alma por la observancia de los santos mandamientos? Nosotros estamos pidiendo entonces que de nuestra gloria, el enemigo haga nuestra vergüenza, como dice el Apóstol (Flp 3, 19), que la reduzca a basura, que convierta en terrenas nuestra vida y nuestra gloria, de tal manera que no pensemos más según Dios, sino según el cuerpo y la carne, como aquellos de quienes dice Dios: Mi espíritu no permanecer en esos hombres, porque son carne (Gn 6,3).
Así son todas las maldiciones que nos echamos encima al salmodiar, si es que devolvemos mal por mal. Y ¿qué mal no devolvemos? Pero eso nos importa poco, no nos preocupa.
93. Podemos devolver mal por mal no sólo con actos, sino también con una palabra o una actitud. A nosotros nos parece que no devolvemos el mal con un acto si lo hacemos con una palabra o una actitud. Sin embargo, con una sola actitud, un gesto o una mirada, podemos perturbar a nuestro hermano. Porque podemos muy bien lastimarlo con un gesto o una mirada y eso es también devolver mal por mal. Alguno de nosotros cuida de no devolver el mal por medio de un acto, o una palabra, de actitudes o gestos, pero en su corazón guarda tristeza con respecto a su hermano y siente enojo contra él.
Fíjense, hermanos, en la diversidad de tales estados. Alguno no siente tristeza con respecto a su hermano pero si llega a enterarse de que alguien le ha hecho daño, ha murmurado contra él o lo ha injuriado, se regocija al saberlo, y de esta manera él también devuelve mal por mal en su corazón. Otro quizá no guarda enemistad ni se regocija al oír injuriar a aquel que le ha hecho daño e incluso puede hasta afligirse si sabe que está apenado, pero no le agrada ver a ese hermano contento, y se entristece al verlo honrado y en paz. Esta es otra forma de rencor, aunque más sutil.
Debemos alegrarnos del bien del hermano y debemos hacer todo lo posible por sentirlo, honrarlo y contentarlo en toda circunstancia.
94. Decíamos al comienzo de este encuentro que un hermano puede guardar tristeza hacia otro, incluso después de haber dado una satisfacción, y decíamos que si por la satisfacción había curado la cólera, todavía no había combatido el rencor.
Fíjense en este otro hermano que, al recibir una ofensa de otro, hace la paz con él, le da satisfacción, tiene palabras de reconciliación y no guarda en su corazón ningún resentimiento contra el autor de la ofensa. Pero si ese hermano vuelve a decirle cualquier cosa desagradable, trae nuevamente a la memoria lo pasado, y se perturba por lo anterior y lo reciente a la vez.
Se asemeja así a un hermano que tiene una herida y se pone un vendaje; gracias al vendaje la herida se cura y cicatriza, pero alrededor suyo queda muy sensible: se lastima más fácilmente que el resto del cuerpo, y si recibe una pedrada comienza enseguida a sangrar. Tal es el estado del hermano del que hablamos: tenia una herida y le puso un vendaje, la satisfacción. Como aquel del que hablamos en primer lugar, ha curado la herida, es decir la cólera. Incluso ha comenzado a preocuparse del rencor, cuidándose de no guardar en su corazón ningún resentimiento, lo que es la cicatrización de la llaga. Pero todavía no ha borrado completamente sus rastros; todavía guarda algo de rencor, es decir, la cicatriz, por la cual la herida se vuelve a abrir rápidamente al menor golpe. Debe esforzarse entonces por hacer desaparecer incluso esa cicatriz de tal manera que vuelva el vello, que no quede ninguna deformidad y que nadie pueda darse cuenta de que allí hubo una herida.
¿Cómo lograr esto? Orando de todo corazón por aquel que le ha hecho mal, diciendo: "¡Oh Dios, auxílianos a mi hermano y a mi por sus oraciones!" De este modo, por un lado reza por su hermano, lo cual es un testimonio de compasión y caridad, y por el otro, se humilla pidiendo su seguridad por las oraciones de ese hermano. De esta manera, allí donde se encuentran la compasión, la caridad y la humildad, ¿cómo puede triunfar la cólera, el rencor o cualquier otra pasión? Es lo que decía abba Zósimo: "Aunque el diablo y todos los demonios pongan en acción todas sus maquinaciones perversas, todos sus artificios resultan inútiles y son aniquilados por la humildad del mandamiento de Cristo". Y otro Anciano: "Aquel que reza por sus enemigos, nunca conocer el rencor".
95. Pongan pues en práctica, hermanos, y comprendan bien las enseñanzas que reciben, porque si no las ponen en práctica, las palabras solas no podrán hacer que las comprendan. ¿Cuál es el hombre que queriendo aprender un arte, sólo se contenta con que le hablen? Más bien comenzar primero por hacer, deshacer, rehacer, demoler y así por un trabajo perseverante, aprender poco a poco su arte con ayuda de Dios que ve su buena voluntad y sus esfuerzos.
¡Pero nosotros queremos adquirir el arte de las artes por las palabras, sin ponerlas en acción! ¿Cómo puede ser posible? Vigilémonos a nosotros mismos, hermanos, y trabajemos con celo mientras podamos. ¡Que Dios nos haga recordar y guardar las palabras oídas, a fin de que en el día del juicio no sean ellas motivo nuestra condenación!